4.000 EUROS POR CADA GAY ASESINADO

07/11/2006 - 18:38 por Santiago José López Borrazás | Informe spam
HOMOSEXUALIDAD/ CITA EN JERUSALÉN

4.000 EUROS POR CADA GAY ASESINADO
LA RECOMPENSA la ofrece un grupo extremista israelí ante la celebración de
una gran marcha de gays y travestis. CRONICA ha hablado con ellos en un
club, uno de los pocos lugares donde viven hermanados israelíes y
palestinos

JAVIER ESPINOSA. Jerusalén (Israel)


Iman en una de sus actuaciones en el Shushan, santuario de la comunidad gay
en Jerusalén. / GABI LIBÓN
Es media noche y después de un largo repertorio musical del grupo Abba uno
de los travestidos se encarama en el escenario de Shushan para presentar a
la estrella de la velada. «¡Y ahora, gays y lesbianas... con ustedes... la
reina de Sheba!». Iman se ha encasquetado un elegante vestido y unas
espectaculares botas negras de tacón alto acompañadas de un abrigo del
mismo color en su intento por emular a la cantante norteamericana Whitney
Houston. La transfiguración del palestino es asombrosa. «Los pechos me los
hago con bolas de arroz cocido. Suficiente para dar de comer a cuatro
personas», asegura el joven con su peculiar sentido del humor. «Lo mejor es
cuando la policía me registra. Me ha pasado decenas de veces. Empiezan a
descubrir pelucas, pintalabios, maquillaje y cuando llegan a las tetas no
saben qué hacer. El otro día empezaron a jugar con ellas y les tuve que
decir: "¡Oye, pero qué hacéis con mis tetas!"», afirma.
«Shushan es una isla en Jerusalén. Un lugar donde encuentras a todo tipo de
gente: gays, heterosexuales, judíos, palestinos y hasta algún ultraortodoxo
muy asustado como Moshe, que aparece con su enorme barba, su sombrero y
abrigo negro [el atuendo tradicional de este sector fundamentalista judío],
se calza una minifalda y se convierte en Esther», explica Nathaniel,
propietario del Shushan y concejal del ayuntamiento de Jerusalén por el
partido izquierdista Meretz.
La presencia en Shushan de judíos como Nathaniel o Moshe y palestinos como
Iman -en realidad se llama Alí, pero todos los travestidos del lugar se
saludan por su apodo artístico- es tan sólo un ejemplo de la especial
aureola de libertad que se ha ganado un bar que se inauguró hace sólo dos
años y ya es un referente de coexistencia en Jerusalén.
Pero la irrupción en la vida pública de Jerusalén Oeste de los LGBT
(lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) ha desatado de manera paralela
una actitud cada vez más agresiva de grupos extremistas cuyo punto caliente
estará en la Marcha del Orgullo Gay que recorrerá la ciudad el próximo
miércoles. Fundamentalistas judíos, musulmanes y cristianos,
tradicionalmente enconados adversarios, han entonado estos días las mismas
palabras amenazantes contra la convocatoria gay.
La policía israelí cree que los extremistas judíos pueden llegar a usar
granadas, cócteles molotov y hasta vehículos para atropellar a los
participantes. Y la organización La Mano Roja para la Redención, del mismo
corte ideológico, ofreció en julio 4.000 euros por cada gay «asesinado».
Ante este clima de anunciada violencia, las autoridades temen que los 8.000
uniformados que se desplegarán en las calles para proteger la cita sean
insuficientes y se podría llegar a decretar la alerta máxima en todo
Israel.
La marcha gay del año pasado ya se saldó con tres participantes apuñalados.
El propio Shushan sufrió las iras de los intransigentes, que lanzaron un
cóctel molotov contra la entrada del recinto en abril de 2005.
«Aquí la religión y el nacionalismo quedan arrinconados frente a la
orientación sexual. Lo que buscamos los gays es si un tío es guapo y nos da
lo mismo si es checo o eslovaco. Shushan es como una familia. Hay
palestinos que pasan horas evitando controles militares y patrullas para
llegar porque entre ellos no existe nada similar», dice Nathaniel, de 35
años, alabando el ambiente tolerante del local.
UN PRIMER MINISTRO GAY
«Mis amigos siempre dicen lo mismo: "Hay que nombrar un primer ministro gay
para todos (israelíes y palestinos) y conseguiríamos la paz en 10 minutos".
Una vez se me ocurrió que deberíamos formar un partido que se llame
Travestidos por la Paz, pero después pensé que eso de la política es un
rollo. A mí lo que me interesa es saber como se peina la reina Rania [de
Jordania]», le secunda Iman.
En el bar, La Reina de Sheba ha dejado paso a Ruby y Sabrina, otros dos
palestinos ataviados con sus mejores galas femeninas. Los sábados Shushan
dedica la velada a la música oriental, un simple motivo para que en esa
jornada el público sea en su mayoría árabe.
La aparición de Shushan en la escena nocturna de Jerusalén confirma la
progresiva revolución social que ha registrado la villa, que en el 2002
acogió la primera marcha gay de su historia. Una transformación paralela a
la que se registró en Israel, donde la sodomía estuvo penada hasta 1988
pese a ser ahora el país más progresista de Oriente Próximo respecto a la
comunidad gay. «En poco más de 10 años, entre 1988 y 1998, Israel avanzó
más en el respeto de los derechos de homosexuales y lesbianas que Europa en
tres décadas», indica Nathaniel.
Atrás quedan la era de los escarceos sexuales clandestinos en el Parque de
la Independencia, las noches locas de bares como Incógnito, Laila o
Lulu -tímidos precursores de Shushan- o la inauguración en 1997 de Casa
Abierta, una ONG que aglutina tanto a gays israelíes como palestinos.
Del lado árabe, por el contrario, ser gay continúa siendo un tabú que ni
siquiera Iman se atreve a desafiar abiertamente. Pionero de los travestidos
de su comunidad, está casado y tiene tres hijos. «Siempre supe que era
diferente. De pequeño me ponía a bailar y cantar encima del pupitre y,
claro, los profesores me echaban de clase», rememora. «A mi familia le digo
que trabajo en el teatro. Sería difícil explicarles que soy un travestido.
Ni siquiera existe esa palabra en árabe», añade.
Como admite Haneen Maiki, una palestina de 28 años responsable en Casa
Abierta del programa de asistencia a los gays y lesbianas de su comunidad,
el 98% de éstos, incluida ella, no han revelado su condición. «No podemos
pensar en términos europeos, pero hay toda una generación que ha crecido y
quiere cambiar nuestra sociedad. No quieren irse como refugiados políticos
a Suiza o mendigar por una visa de Israel», explica.
Iman incide también en el carácter precursor de la casi veintena de
travestidos que dice pululan por los ambientes palestinos y árabe
israelíes, aunque reconoce la existencia personajes como Buddie, una drag
queen de 19 años de Ramala (Cisjordania) que tuvo que exiliarse hace
escasos meses a Italia ante las amenazas recibidas. «Le ayudamos a
conseguir el estatus de refugiado político», explica Noa Sattath, directora
ejecutiva de Casa Abierta.
De hecho, tanto Casa Abierta en Jerusalén como Agudah -la primera
organización gay que se estableció en Israel- en Tel Aviv apadrinan
programas de protección para los homosexuales y lesbianas palestinos que
han tenido que huir de su entorno. El dirigente de Agudah, Shaul Gonen,
calculaba ya en el 2003 que al menos 25 de ellos se encontraban refugiados
en Israel.
Son las 2:30 de la mañana. Iman, Ruby y Sabrina se atreven a pasear por el
centro de Jerusalén Oeste vestidos todavía con sus provocativos atavíos
femeninos. Iman porta una minifalda roja capaz de provocar que hasta un
grupo de soldados israelíes se detenga frente al trío. «Me preguntaban si
mis tetas son de verdad y uno me dio su número de teléfono», cuenta.





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no se, la gente extremista lo es para todo... vive y deja vivir, pero no
creo que la paz sea problema de sexo hay eteros que somos muy
pacificos..salu2.

"Santiago José López Borrazás" escribió en el
mensaje news:
HOMOSEXUALIDAD/ CITA EN JERUSALÉN

4.000 EUROS POR CADA GAY ASESINADO
LA RECOMPENSA la ofrece un grupo extremista israelí ante la celebración de
una gran marcha de gays y travestis. CRONICA ha hablado con ellos en un
club, uno de los pocos lugares donde viven hermanados israelíes y
palestinos

JAVIER ESPINOSA. Jerusalén (Israel)


Iman en una de sus actuaciones en el Shushan, santuario de la comunidad
gay
en Jerusalén. / GABI LIBÓN
Es media noche y después de un largo repertorio musical del grupo Abba uno
de los travestidos se encarama en el escenario de Shushan para presentar a
la estrella de la velada. «¡Y ahora, gays y lesbianas... con ustedes... la
reina de Sheba!». Iman se ha encasquetado un elegante vestido y unas
espectaculares botas negras de tacón alto acompañadas de un abrigo del
mismo color en su intento por emular a la cantante norteamericana Whitney
Houston. La transfiguración del palestino es asombrosa. «Los pechos me los
hago con bolas de arroz cocido. Suficiente para dar de comer a cuatro
personas», asegura el joven con su peculiar sentido del humor. «Lo mejor
es
cuando la policía me registra. Me ha pasado decenas de veces. Empiezan a
descubrir pelucas, pintalabios, maquillaje y cuando llegan a las tetas no
saben qué hacer. El otro día empezaron a jugar con ellas y les tuve que
decir: "¡Oye, pero qué hacéis con mis tetas!"», afirma.
«Shushan es una isla en Jerusalén. Un lugar donde encuentras a todo tipo
de
gente: gays, heterosexuales, judíos, palestinos y hasta algún
ultraortodoxo
muy asustado como Moshe, que aparece con su enorme barba, su sombrero y
abrigo negro [el atuendo tradicional de este sector fundamentalista
judío],
se calza una minifalda y se convierte en Esther», explica Nathaniel,
propietario del Shushan y concejal del ayuntamiento de Jerusalén por el
partido izquierdista Meretz.
La presencia en Shushan de judíos como Nathaniel o Moshe y palestinos como
Iman -en realidad se llama Alí, pero todos los travestidos del lugar se
saludan por su apodo artístico- es tan sólo un ejemplo de la especial
aureola de libertad que se ha ganado un bar que se inauguró hace sólo dos
años y ya es un referente de coexistencia en Jerusalén.
Pero la irrupción en la vida pública de Jerusalén Oeste de los LGBT
(lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) ha desatado de manera
paralela
una actitud cada vez más agresiva de grupos extremistas cuyo punto
caliente
estará en la Marcha del Orgullo Gay que recorrerá la ciudad el próximo
miércoles. Fundamentalistas judíos, musulmanes y cristianos,
tradicionalmente enconados adversarios, han entonado estos días las mismas
palabras amenazantes contra la convocatoria gay.
La policía israelí cree que los extremistas judíos pueden llegar a usar
granadas, cócteles molotov y hasta vehículos para atropellar a los
participantes. Y la organización La Mano Roja para la Redención, del mismo
corte ideológico, ofreció en julio 4.000 euros por cada gay «asesinado».
Ante este clima de anunciada violencia, las autoridades temen que los
8.000
uniformados que se desplegarán en las calles para proteger la cita sean
insuficientes y se podría llegar a decretar la alerta máxima en todo
Israel.
La marcha gay del año pasado ya se saldó con tres participantes
apuñalados.
El propio Shushan sufrió las iras de los intransigentes, que lanzaron un
cóctel molotov contra la entrada del recinto en abril de 2005.
«Aquí la religión y el nacionalismo quedan arrinconados frente a la
orientación sexual. Lo que buscamos los gays es si un tío es guapo y nos
da
lo mismo si es checo o eslovaco. Shushan es como una familia. Hay
palestinos que pasan horas evitando controles militares y patrullas para
llegar porque entre ellos no existe nada similar», dice Nathaniel, de 35
años, alabando el ambiente tolerante del local.
UN PRIMER MINISTRO GAY
«Mis amigos siempre dicen lo mismo: "Hay que nombrar un primer ministro
gay
para todos (israelíes y palestinos) y conseguiríamos la paz en 10
minutos".
Una vez se me ocurrió que deberíamos formar un partido que se llame
Travestidos por la Paz, pero después pensé que eso de la política es un
rollo. A mí lo que me interesa es saber como se peina la reina Rania [de
Jordania]», le secunda Iman.
En el bar, La Reina de Sheba ha dejado paso a Ruby y Sabrina, otros dos
palestinos ataviados con sus mejores galas femeninas. Los sábados Shushan
dedica la velada a la música oriental, un simple motivo para que en esa
jornada el público sea en su mayoría árabe.
La aparición de Shushan en la escena nocturna de Jerusalén confirma la
progresiva revolución social que ha registrado la villa, que en el 2002
acogió la primera marcha gay de su historia. Una transformación paralela a
la que se registró en Israel, donde la sodomía estuvo penada hasta 1988
pese a ser ahora el país más progresista de Oriente Próximo respecto a la
comunidad gay. «En poco más de 10 años, entre 1988 y 1998, Israel avanzó
más en el respeto de los derechos de homosexuales y lesbianas que Europa
en
tres décadas», indica Nathaniel.
Atrás quedan la era de los escarceos sexuales clandestinos en el Parque de
la Independencia, las noches locas de bares como Incógnito, Laila o
Lulu -tímidos precursores de Shushan- o la inauguración en 1997 de Casa
Abierta, una ONG que aglutina tanto a gays israelíes como palestinos.
Del lado árabe, por el contrario, ser gay continúa siendo un tabú que ni
siquiera Iman se atreve a desafiar abiertamente. Pionero de los
travestidos
de su comunidad, está casado y tiene tres hijos. «Siempre supe que era
diferente. De pequeño me ponía a bailar y cantar encima del pupitre y,
claro, los profesores me echaban de clase», rememora. «A mi familia le
digo
que trabajo en el teatro. Sería difícil explicarles que soy un travestido.
Ni siquiera existe esa palabra en árabe», añade.
Como admite Haneen Maiki, una palestina de 28 años responsable en Casa
Abierta del programa de asistencia a los gays y lesbianas de su comunidad,
el 98% de éstos, incluida ella, no han revelado su condición. «No podemos
pensar en términos europeos, pero hay toda una generación que ha crecido y
quiere cambiar nuestra sociedad. No quieren irse como refugiados políticos
a Suiza o mendigar por una visa de Israel», explica.
Iman incide también en el carácter precursor de la casi veintena de
travestidos que dice pululan por los ambientes palestinos y árabe
israelíes, aunque reconoce la existencia personajes como Buddie, una drag
queen de 19 años de Ramala (Cisjordania) que tuvo que exiliarse hace
escasos meses a Italia ante las amenazas recibidas. «Le ayudamos a
conseguir el estatus de refugiado político», explica Noa Sattath,
directora
ejecutiva de Casa Abierta.
De hecho, tanto Casa Abierta en Jerusalén como Agudah -la primera
organización gay que se estableció en Israel- en Tel Aviv apadrinan
programas de protección para los homosexuales y lesbianas palestinos que
han tenido que huir de su entorno. El dirigente de Agudah, Shaul Gonen,
calculaba ya en el 2003 que al menos 25 de ellos se encontraban refugiados
en Israel.
Son las 2:30 de la mañana. Iman, Ruby y Sabrina se atreven a pasear por el
centro de Jerusalén Oeste vestidos todavía con sus provocativos atavíos
femeninos. Iman porta una minifalda roja capaz de provocar que hasta un
grupo de soldados israelíes se detenga frente al trío. «Me preguntaban si
mis tetas son de verdad y uno me dio su número de teléfono», cuenta.





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#2 Cid
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no se, la gente extremista lo es para todo... vive y deja vivir, pero no
creo que la paz sea problema de sexo hay eteros que somos muy
pacificos..salu2.

"Santiago José López Borrazás" escribió en el
mensaje news:
HOMOSEXUALIDAD/ CITA EN JERUSALÉN

4.000 EUROS POR CADA GAY ASESINADO
LA RECOMPENSA la ofrece un grupo extremista israelí ante la celebración de
una gran marcha de gays y travestis. CRONICA ha hablado con ellos en un
club, uno de los pocos lugares donde viven hermanados israelíes y
palestinos

JAVIER ESPINOSA. Jerusalén (Israel)


Iman en una de sus actuaciones en el Shushan, santuario de la comunidad
gay
en Jerusalén. / GABI LIBÓN
Es media noche y después de un largo repertorio musical del grupo Abba uno
de los travestidos se encarama en el escenario de Shushan para presentar a
la estrella de la velada. «¡Y ahora, gays y lesbianas... con ustedes... la
reina de Sheba!». Iman se ha encasquetado un elegante vestido y unas
espectaculares botas negras de tacón alto acompañadas de un abrigo del
mismo color en su intento por emular a la cantante norteamericana Whitney
Houston. La transfiguración del palestino es asombrosa. «Los pechos me los
hago con bolas de arroz cocido. Suficiente para dar de comer a cuatro
personas», asegura el joven con su peculiar sentido del humor. «Lo mejor
es
cuando la policía me registra. Me ha pasado decenas de veces. Empiezan a
descubrir pelucas, pintalabios, maquillaje y cuando llegan a las tetas no
saben qué hacer. El otro día empezaron a jugar con ellas y les tuve que
decir: "¡Oye, pero qué hacéis con mis tetas!"», afirma.
«Shushan es una isla en Jerusalén. Un lugar donde encuentras a todo tipo
de
gente: gays, heterosexuales, judíos, palestinos y hasta algún
ultraortodoxo
muy asustado como Moshe, que aparece con su enorme barba, su sombrero y
abrigo negro [el atuendo tradicional de este sector fundamentalista
judío],
se calza una minifalda y se convierte en Esther», explica Nathaniel,
propietario del Shushan y concejal del ayuntamiento de Jerusalén por el
partido izquierdista Meretz.
La presencia en Shushan de judíos como Nathaniel o Moshe y palestinos como
Iman -en realidad se llama Alí, pero todos los travestidos del lugar se
saludan por su apodo artístico- es tan sólo un ejemplo de la especial
aureola de libertad que se ha ganado un bar que se inauguró hace sólo dos
años y ya es un referente de coexistencia en Jerusalén.
Pero la irrupción en la vida pública de Jerusalén Oeste de los LGBT
(lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) ha desatado de manera
paralela
una actitud cada vez más agresiva de grupos extremistas cuyo punto
caliente
estará en la Marcha del Orgullo Gay que recorrerá la ciudad el próximo
miércoles. Fundamentalistas judíos, musulmanes y cristianos,
tradicionalmente enconados adversarios, han entonado estos días las mismas
palabras amenazantes contra la convocatoria gay.
La policía israelí cree que los extremistas judíos pueden llegar a usar
granadas, cócteles molotov y hasta vehículos para atropellar a los
participantes. Y la organización La Mano Roja para la Redención, del mismo
corte ideológico, ofreció en julio 4.000 euros por cada gay «asesinado».
Ante este clima de anunciada violencia, las autoridades temen que los
8.000
uniformados que se desplegarán en las calles para proteger la cita sean
insuficientes y se podría llegar a decretar la alerta máxima en todo
Israel.
La marcha gay del año pasado ya se saldó con tres participantes
apuñalados.
El propio Shushan sufrió las iras de los intransigentes, que lanzaron un
cóctel molotov contra la entrada del recinto en abril de 2005.
«Aquí la religión y el nacionalismo quedan arrinconados frente a la
orientación sexual. Lo que buscamos los gays es si un tío es guapo y nos
da
lo mismo si es checo o eslovaco. Shushan es como una familia. Hay
palestinos que pasan horas evitando controles militares y patrullas para
llegar porque entre ellos no existe nada similar», dice Nathaniel, de 35
años, alabando el ambiente tolerante del local.
UN PRIMER MINISTRO GAY
«Mis amigos siempre dicen lo mismo: "Hay que nombrar un primer ministro
gay
para todos (israelíes y palestinos) y conseguiríamos la paz en 10
minutos".
Una vez se me ocurrió que deberíamos formar un partido que se llame
Travestidos por la Paz, pero después pensé que eso de la política es un
rollo. A mí lo que me interesa es saber como se peina la reina Rania [de
Jordania]», le secunda Iman.
En el bar, La Reina de Sheba ha dejado paso a Ruby y Sabrina, otros dos
palestinos ataviados con sus mejores galas femeninas. Los sábados Shushan
dedica la velada a la música oriental, un simple motivo para que en esa
jornada el público sea en su mayoría árabe.
La aparición de Shushan en la escena nocturna de Jerusalén confirma la
progresiva revolución social que ha registrado la villa, que en el 2002
acogió la primera marcha gay de su historia. Una transformación paralela a
la que se registró en Israel, donde la sodomía estuvo penada hasta 1988
pese a ser ahora el país más progresista de Oriente Próximo respecto a la
comunidad gay. «En poco más de 10 años, entre 1988 y 1998, Israel avanzó
más en el respeto de los derechos de homosexuales y lesbianas que Europa
en
tres décadas», indica Nathaniel.
Atrás quedan la era de los escarceos sexuales clandestinos en el Parque de
la Independencia, las noches locas de bares como Incógnito, Laila o
Lulu -tímidos precursores de Shushan- o la inauguración en 1997 de Casa
Abierta, una ONG que aglutina tanto a gays israelíes como palestinos.
Del lado árabe, por el contrario, ser gay continúa siendo un tabú que ni
siquiera Iman se atreve a desafiar abiertamente. Pionero de los
travestidos
de su comunidad, está casado y tiene tres hijos. «Siempre supe que era
diferente. De pequeño me ponía a bailar y cantar encima del pupitre y,
claro, los profesores me echaban de clase», rememora. «A mi familia le
digo
que trabajo en el teatro. Sería difícil explicarles que soy un travestido.
Ni siquiera existe esa palabra en árabe», añade.
Como admite Haneen Maiki, una palestina de 28 años responsable en Casa
Abierta del programa de asistencia a los gays y lesbianas de su comunidad,
el 98% de éstos, incluida ella, no han revelado su condición. «No podemos
pensar en términos europeos, pero hay toda una generación que ha crecido y
quiere cambiar nuestra sociedad. No quieren irse como refugiados políticos
a Suiza o mendigar por una visa de Israel», explica.
Iman incide también en el carácter precursor de la casi veintena de
travestidos que dice pululan por los ambientes palestinos y árabe
israelíes, aunque reconoce la existencia personajes como Buddie, una drag
queen de 19 años de Ramala (Cisjordania) que tuvo que exiliarse hace
escasos meses a Italia ante las amenazas recibidas. «Le ayudamos a
conseguir el estatus de refugiado político», explica Noa Sattath,
directora
ejecutiva de Casa Abierta.
De hecho, tanto Casa Abierta en Jerusalén como Agudah -la primera
organización gay que se estableció en Israel- en Tel Aviv apadrinan
programas de protección para los homosexuales y lesbianas palestinos que
han tenido que huir de su entorno. El dirigente de Agudah, Shaul Gonen,
calculaba ya en el 2003 que al menos 25 de ellos se encontraban refugiados
en Israel.
Son las 2:30 de la mañana. Iman, Ruby y Sabrina se atreven a pasear por el
centro de Jerusalén Oeste vestidos todavía con sus provocativos atavíos
femeninos. Iman porta una minifalda roja capaz de provocar que hasta un
grupo de soldados israelíes se detenga frente al trío. «Me preguntaban si
mis tetas son de verdad y uno me dio su número de teléfono», cuenta.





© Mundinteractivos, S.A. - Política de privacidad

C/ Pradillo, 42. 28002 Madrid. ESPAÑA
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#3 Cid
07/11/2006 - 18:52 | Informe spam
no se, la gente extremista lo es para todo... vive y deja vivir, pero no
creo que la paz sea problema de sexo hay eteros que somos muy
pacificos..salu2.

"Santiago José López Borrazás" escribió en el
mensaje news:
HOMOSEXUALIDAD/ CITA EN JERUSALÉN

4.000 EUROS POR CADA GAY ASESINADO
LA RECOMPENSA la ofrece un grupo extremista israelí ante la celebración de
una gran marcha de gays y travestis. CRONICA ha hablado con ellos en un
club, uno de los pocos lugares donde viven hermanados israelíes y
palestinos

JAVIER ESPINOSA. Jerusalén (Israel)


Iman en una de sus actuaciones en el Shushan, santuario de la comunidad
gay
en Jerusalén. / GABI LIBÓN
Es media noche y después de un largo repertorio musical del grupo Abba uno
de los travestidos se encarama en el escenario de Shushan para presentar a
la estrella de la velada. «¡Y ahora, gays y lesbianas... con ustedes... la
reina de Sheba!». Iman se ha encasquetado un elegante vestido y unas
espectaculares botas negras de tacón alto acompañadas de un abrigo del
mismo color en su intento por emular a la cantante norteamericana Whitney
Houston. La transfiguración del palestino es asombrosa. «Los pechos me los
hago con bolas de arroz cocido. Suficiente para dar de comer a cuatro
personas», asegura el joven con su peculiar sentido del humor. «Lo mejor
es
cuando la policía me registra. Me ha pasado decenas de veces. Empiezan a
descubrir pelucas, pintalabios, maquillaje y cuando llegan a las tetas no
saben qué hacer. El otro día empezaron a jugar con ellas y les tuve que
decir: "¡Oye, pero qué hacéis con mis tetas!"», afirma.
«Shushan es una isla en Jerusalén. Un lugar donde encuentras a todo tipo
de
gente: gays, heterosexuales, judíos, palestinos y hasta algún
ultraortodoxo
muy asustado como Moshe, que aparece con su enorme barba, su sombrero y
abrigo negro [el atuendo tradicional de este sector fundamentalista
judío],
se calza una minifalda y se convierte en Esther», explica Nathaniel,
propietario del Shushan y concejal del ayuntamiento de Jerusalén por el
partido izquierdista Meretz.
La presencia en Shushan de judíos como Nathaniel o Moshe y palestinos como
Iman -en realidad se llama Alí, pero todos los travestidos del lugar se
saludan por su apodo artístico- es tan sólo un ejemplo de la especial
aureola de libertad que se ha ganado un bar que se inauguró hace sólo dos
años y ya es un referente de coexistencia en Jerusalén.
Pero la irrupción en la vida pública de Jerusalén Oeste de los LGBT
(lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) ha desatado de manera
paralela
una actitud cada vez más agresiva de grupos extremistas cuyo punto
caliente
estará en la Marcha del Orgullo Gay que recorrerá la ciudad el próximo
miércoles. Fundamentalistas judíos, musulmanes y cristianos,
tradicionalmente enconados adversarios, han entonado estos días las mismas
palabras amenazantes contra la convocatoria gay.
La policía israelí cree que los extremistas judíos pueden llegar a usar
granadas, cócteles molotov y hasta vehículos para atropellar a los
participantes. Y la organización La Mano Roja para la Redención, del mismo
corte ideológico, ofreció en julio 4.000 euros por cada gay «asesinado».
Ante este clima de anunciada violencia, las autoridades temen que los
8.000
uniformados que se desplegarán en las calles para proteger la cita sean
insuficientes y se podría llegar a decretar la alerta máxima en todo
Israel.
La marcha gay del año pasado ya se saldó con tres participantes
apuñalados.
El propio Shushan sufrió las iras de los intransigentes, que lanzaron un
cóctel molotov contra la entrada del recinto en abril de 2005.
«Aquí la religión y el nacionalismo quedan arrinconados frente a la
orientación sexual. Lo que buscamos los gays es si un tío es guapo y nos
da
lo mismo si es checo o eslovaco. Shushan es como una familia. Hay
palestinos que pasan horas evitando controles militares y patrullas para
llegar porque entre ellos no existe nada similar», dice Nathaniel, de 35
años, alabando el ambiente tolerante del local.
UN PRIMER MINISTRO GAY
«Mis amigos siempre dicen lo mismo: "Hay que nombrar un primer ministro
gay
para todos (israelíes y palestinos) y conseguiríamos la paz en 10
minutos".
Una vez se me ocurrió que deberíamos formar un partido que se llame
Travestidos por la Paz, pero después pensé que eso de la política es un
rollo. A mí lo que me interesa es saber como se peina la reina Rania [de
Jordania]», le secunda Iman.
En el bar, La Reina de Sheba ha dejado paso a Ruby y Sabrina, otros dos
palestinos ataviados con sus mejores galas femeninas. Los sábados Shushan
dedica la velada a la música oriental, un simple motivo para que en esa
jornada el público sea en su mayoría árabe.
La aparición de Shushan en la escena nocturna de Jerusalén confirma la
progresiva revolución social que ha registrado la villa, que en el 2002
acogió la primera marcha gay de su historia. Una transformación paralela a
la que se registró en Israel, donde la sodomía estuvo penada hasta 1988
pese a ser ahora el país más progresista de Oriente Próximo respecto a la
comunidad gay. «En poco más de 10 años, entre 1988 y 1998, Israel avanzó
más en el respeto de los derechos de homosexuales y lesbianas que Europa
en
tres décadas», indica Nathaniel.
Atrás quedan la era de los escarceos sexuales clandestinos en el Parque de
la Independencia, las noches locas de bares como Incógnito, Laila o
Lulu -tímidos precursores de Shushan- o la inauguración en 1997 de Casa
Abierta, una ONG que aglutina tanto a gays israelíes como palestinos.
Del lado árabe, por el contrario, ser gay continúa siendo un tabú que ni
siquiera Iman se atreve a desafiar abiertamente. Pionero de los
travestidos
de su comunidad, está casado y tiene tres hijos. «Siempre supe que era
diferente. De pequeño me ponía a bailar y cantar encima del pupitre y,
claro, los profesores me echaban de clase», rememora. «A mi familia le
digo
que trabajo en el teatro. Sería difícil explicarles que soy un travestido.
Ni siquiera existe esa palabra en árabe», añade.
Como admite Haneen Maiki, una palestina de 28 años responsable en Casa
Abierta del programa de asistencia a los gays y lesbianas de su comunidad,
el 98% de éstos, incluida ella, no han revelado su condición. «No podemos
pensar en términos europeos, pero hay toda una generación que ha crecido y
quiere cambiar nuestra sociedad. No quieren irse como refugiados políticos
a Suiza o mendigar por una visa de Israel», explica.
Iman incide también en el carácter precursor de la casi veintena de
travestidos que dice pululan por los ambientes palestinos y árabe
israelíes, aunque reconoce la existencia personajes como Buddie, una drag
queen de 19 años de Ramala (Cisjordania) que tuvo que exiliarse hace
escasos meses a Italia ante las amenazas recibidas. «Le ayudamos a
conseguir el estatus de refugiado político», explica Noa Sattath,
directora
ejecutiva de Casa Abierta.
De hecho, tanto Casa Abierta en Jerusalén como Agudah -la primera
organización gay que se estableció en Israel- en Tel Aviv apadrinan
programas de protección para los homosexuales y lesbianas palestinos que
han tenido que huir de su entorno. El dirigente de Agudah, Shaul Gonen,
calculaba ya en el 2003 que al menos 25 de ellos se encontraban refugiados
en Israel.
Son las 2:30 de la mañana. Iman, Ruby y Sabrina se atreven a pasear por el
centro de Jerusalén Oeste vestidos todavía con sus provocativos atavíos
femeninos. Iman porta una minifalda roja capaz de provocar que hasta un
grupo de soldados israelíes se detenga frente al trío. «Me preguntaban si
mis tetas son de verdad y uno me dio su número de teléfono», cuenta.





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